Crea un ambiente tranquilo.
Declara tu dormitorio y decóralo con colores relajantes, como la lavanda o el azul. Asegúrate de que tus cortinas o persianas no dejen pasar la luz: la penumbra estimula la mela-tonina, hormona responsable de que tengamos sueño.
Relájate bien.
Una hora antes de irte a la cama, empieza a relajarte. Toma un baño con aceites relajantes, como lavanda, salvia, incienso, sándalo, mejorana o ylang-ylang. Todos ellos estimulan, al parecer, la serotonina, otra hormona promotora del sueño.
Prepara una noche silenciosa.
Elimina los despertadores, cierra bien los grifos para que no goteen y, si duermes junto a alguien que ronca, procura que no beba alcohol y que no duerma boca arriba, pues estos factores pueden hacer que ronque más. Si los ruidos son inevitables, cómprate un par de tapones de calidad para los oídos.
Elimina la tensión.
Una vez que estés en la cama, prueba este ejercicio para liberar tensiones: comenzando por los dedos de los pies, trabaja gradualmente tu cuerpo hacia arriba, tensando y relajando cada grupo muscular, incluidos los músculos de la cara.
Ten pensamientos agradables.
Si al cabo de un buen rato todavía estás dando vueltas en la cama, imagínate que te duermes rápidamente y muy a gusto, arropada en una cama confortable y acogedora, y después concéntrate en el sonido de tu suave respiración.
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